28/11/08

Mentir es violencia. Cárceles y discursos.

En el año 1999 la población carcelaria en la Provincia de Buenos Aires era cercana a 13.000 personas privadas de su libertad. Luego de las políticas de mano dura del ex gobernador Rückauff dicha población llegó a 25.000 personas prisionizadas.
En apenas dos años la problemática carcelaria le explotó en la cara al gobernador renunciante. Y luego de su política de extrema dureza y, por lo tanto, de violaciones a los derechos humanos no sólo no se resolvió la cuestión de la “inseguridad”, tal como lo prometía en su campaña electoral con “meta bala a los delincuentes”, sino que al retirarse de su cargo electo la cuestión se encontraba en su punto más crítico.
Es decir, ya hemos probado las peores recetas de mano dura (prácticas que atentan contra los principios fundamentales del Estado de Derecho) y corroboramos que sólo acentúan los problemas y las crisis.
La mano dura sólo engendra más violencia. El problema no es de “dureza”. Los problemas de la seguridad son problemas de la política y no de facultades policiales para “combatir” la delincuencia. Se trata de pensar en políticas públicas que persigan la inclusión social en lugar de responder con mayor violencia. Porque la violencia más brutal es la que proviene del Estado.
También hemos corroborado el fracaso de la “mano dura” con las “leyes Blumberg”.
Por otra parte, es falsa la discusión entre “mano dura versus garantismo”. En realidad deberíamos discutir si lo que queremos es un Estado de Derecho o un Estado Autoritario, que de estos ya hemos tenido a montones.
El tan malentendido “garantismo” no es otra cosa que la plena vigencia de los derechos fundamentales de toda la ciudadanía. Y significa la responsabilidad del Estado de remover todos los obstáculos formales y materiales para la concreción irrestricta de dicha plena vigencia.
Ya nadie puede discutir que el sistema penal es “selectivo”. Que cae con toda su fuerza, prioritariamente, sobre los sectores más desprotegidos y vulnerados de la sociedad.
Las políticas neoliberales que generaron los índices más escandalosos de nuestra historia en cuanto a pobreza e indigencia agudizaron dicha “selectividad”. Así, el derecho penal pasó de cumplir con su estricto rol de “ultima ratio” del Estado (en su potestad punitiva), a convertirse en la nueva red de “contención social” para todos aquellos que se quedaron afuera del mapa de la inclusión social. Es decir, se transformó en una “trampa mortal”.
En ese marco se presentó a la “inseguridad” en términos bélicos. Esto es una guerra. Ellos contra nosotros. Entonces, el derecho penal se configuró en un “derecho penal del enemigo”. Y con los años, las décadas, las cárceles se fueron convirtiendo en campos de concentración, llenos de “enemigos” claro.
Se fue perdiendo así el registro “del otro” como ser humano. Y pasó a ser un “enemigo de la sociedad”. El otro como contrario y nunca más como par.
Por eso es que se pide cada vez más dureza en lugar de pensar en cómo revertir la extrema vulnerabilidad social en la que viven miles de compatriotas, sobre todo en nuestro conurbano. En San Martín hay cerca de 100.000 personas que viven de y en la basura. ¿Acaso eso no es “engendrar violencia”?. ¿No fue el Estado el primero en engendrar violencia en el incumplimiento de sus funciones esenciales?. La desigualdad, la inequidad, la desidia, el cinismo, el olvido y la represión como única política pública. Así es como las políticas neoliberales encontraron en el miedo y la mano dura, como su antídoto mediático, la solución final para su guerra contra la delincuencia.
Ese fue el legado de la Dictadura, que con su “doctrina de la seguridad nacional” le enseñó a los gobernantes democráticos posteriores que en lugar del “subversivo” ahora debía ser eliminado el “delincuente urbano”.
Este fue el método y el discurso con el que durante diez años se “gobernó la seguridad” en nuestros márgenes conurbanos.
Espero que hayamos aprendido la lección y no repitamos errores tan groseros, aberrantes e ilegales. Porque mediante el gatillo fácil se legitimó la pena de muerte informal.
A los problemas políticos busquemos soluciones políticas, y no más el atajo de la violencia. No hay violencias “buenas” y violencias “malas”. La violencia es violencia y siempre fue y será despreciable.
No perdamos nuestro “sentido de humanidad”.
Por favor.
gn

(publicado en www.24con.com.ar)