22/12/08

que hacer

En mi nota anterior (Mentir es violencia) ensayé un diagnóstico posible sobre el problema de la seguridad en términos de criminalidad.
Ahora quiero pensar en posibles caminos para tomar ante la tan mediatizada emergencia.
El miedo funciona como un motor permanente. Y sirve, entro otras cosas, para ejecutar ciertas medidas que en tiempos de “normalidad” no serían posibles institucionalizar. O bien, para ocultar otras emergencias más complejas y menos morbosas, por lo tanto menos atractivas para los grandes medios. Y digo morbosas en cuanto al gusto que prevalece por la violencia más explícita. Esa que genera tantas “placas rojas” y “noticias de último momento”. Esas noticias que se repiten 25 veces por día generando y multiplicando el miedo.
Pero con esto no quiero poner en duda el miedo, sino el uso mediático y político que se hace de él y su reproducción social.
Es importante hablar del miedo porque desde su uso siempre se recurren a las medidas y recetas que ya hablamos en la nota anterior y que no sólo fracasaron sino que ponen en jaque la salud republicana y democrática del Estado de Derecho.
Propongo que nos tomemos unos minutos, unas horas, un par de días para pensar. Para reflexionar. Para discutir. Para dialogar. Para planificar. Para evaluar. Para articular. Y que no hablemos del miedo sino de lo que hay que hacer para que el miedo no nos gane y termine tomando por asalto las políticas públicas. Que no sea el miedo el principio rector de las políticas públicas.
Señalaré, por ahora, un primer aspecto del problema. La reincidencia.
Si uno analiza el tratamiento del problema desde los grandes medios de comunicación, nos encontraremos que la preocupación se agudiza –y escandaliza- cuando nos encontramos ante un “delincuente” que reincide, que tiene antecedentes. Y se muestra la reincidencia como el centro del problema. ¿Cómo prevenir?. Y acá nos encontramos con la refritada respuesta de limitar las excarcelaciones, de aumentar las penas y todo lo que ya se implementó y fracasó en cuanto a la disuasión del delito.
El viernes 12 de diciembre pasado, la UNSAM inauguró un espacio universitario dentro de la Unidad Penitenciaria 48 del Partido de San Martín. Y pienso en ese hecho como una posible respuesta a la cuestión de la prevención.
Y esa respuesta no puede ser otra que la INSERCIÓN SOCIAL. La educación es un puente de oro para pensar en la inserción social. Pero no porque pensemos que sea la salida mágica del desempleo y la exclusión (está comprobado que obtener un título universitario no garantiza la salida laboral). Pensemos la educación como un camino a la humanización, la dignificación y recuperación de la identidad. Cómo la educación puede lograr modificar la “auto-percepción” que las personas tienen de sí.
La cárcel (el poder punitivo) modifica de manera tajante los roles de las personas que son sometidas a proceso penal. Quien cae en la red punitiva dejará de ser automáticamente un padre de familia, un hijo, un laburante ocupado o desocupado, un amigo, un esposo y todo aquello que “haya sido” afuera de la cárcel. Y pasa a ser un “preso”. No está preso: ES un preso. Esta modificación de los roles, esta supresión de los roles produce daños que, si se prolongan en el tiempo, pueden ser hasta irreversibles. Y así es como se retroalimenta la violencia social.
Pensemos entonces en una alternativa que colabore en la búsqueda identitaria de los roles que cada ser humano quiere y puede desarrollar en sociedad. Debemos abandonar de inmediato el modelo mediante el cual se perpetúan (a modo de tatuajes imborrables) las percepciones sociales basadas en la discriminación, estigmatización, segregación, guetización, etc.
Y la educación es un medio que da la posibilidad de trabajar, justamente, en la “auto-percepción” de las personas privadas de su libertad, que el sistema penal les ha impuesto a modo de “accesorias” del proceso penal.
Recordemos que la educación es un derecho fundamental que el Estado está obligado a garantizar. Encontraremos que las cárceles están llenas de personas que no han tenido acceso a los niveles básicos de la educación.
En lugar de pensar, entonces, el problema de la reincidencia desde una concepción mística y represiva, propongo que lo abordemos desde la inserción socio-educativa. Por ahí (estoy convencido), nos irá mejor con los libros y los maestros que con la superpoblación carcelaria discriminatoria.

publicado en www.24con.com.ar

19/12/08

Común

Debemos preguntarnos de nuevo qué significa vivir en comunidad.
Si comunidad nos remite al sentido de pertenencia o bien a la frontera que nos separa del resto. Por qué pensar en términos de “adentro y afuera”?. Por qué el nosotros y los otros?. Por qué la discriminación?.
Qué es lo que nos hace comunes entre todos?. Qué es lo que nos une en común unión?.
Y no se trata de igualar. De que seamos todos igualitos. De que no se acepte la diferencia. Lo distinto. Sino más bien todo lo contrario. Lo que debe hacernos comunes entre todos es, justamente, la aceptación de lo que nos diferencia. Lo que nos hace únicos e irrepetibles.
Será ese el sentido de humanidad?. El que nos impera defender el respeto por el otro?. El que nos conmueve ante las injusticias en cualquier lugar del mundo?. El que nos angustia ante tanta insensibilidad y envidia?.
Por qué no podemos mirarnos a los ojos y tan sólo escucharnos?. Por qué no nos animamos a preguntar más que a contestar rápido y tajantemente?.
Por qué no nos pensamos de nuevo?.
Qué significa que vivamos en comunidad?.
Si es lo que nos une, o lo que nos separará del resto?.
Lo pregunto mientras veo cómo esta sociedad se va dividiendo en Islas. Y claro, hay que defender la sociedad para que no nos invadan los otros, quienes vienen desde islas más lejanas y olvidadas. Y hay que defender la sociedad cueste lo que cueste. El fin justificará los medios. La moral vuelve sobre la ética. Y la verdad, será absoluta y única.
Qué hacemos con los otros?. Con los que vienen de tan lejos. Desde aquellas islas que tanto nos recuerdan al pasado más tormentoso de nuestra existencia, por fin superado una vez que hemos delimitado nuestras propias islas. Una vez que hemos erigido nuestras fortalezas y muros interminables. Una vez que nuestros ejércitos alcanzaron poderes ilimitados para cuidarnos. De quiénes?. De nosotros?. No, por supuesto. De los otros.
Nosotros no somos los otros. Nosotros por suerte estamos adentro. Ellos, los otros, afuera.
Aquí en nuestra sociedad todo reluce, todo está estable. Aquí por suerte no se hace más política. Todo se gestiona. Todo se logra. Y todo se cuida porque los castigos contra las faltas hacia los bienes patrimoniales son cada vez más severos. El peor castigo, casi el único que queda: la expulsión hacia el afuera. Donde viven los otros. Así el orden es incuestionable y maravilloso.
Así, le rendimos culto religioso a “los museos de grandes novedades”. Porque el pasado no existe más. La memoria es sólo una anécdota nostálgica que no se dice más.
Así, nunca será triste la verdad, porque hemos aceptado de una buena vez que ya no tendrá más remedio.
Así, nada merece ser modificado. Nada necesita ser reflexionado. Nada puede ser cuestionado. El orden, el dulce orden, es el bien jurídico a proteger.
Es esta acaso la comunidad que deseamos construir?. En la que deseamos convivir?. Donde hay personas a las que se les niega el derecho a tener derechos.
Donde hay niños que no son niños sino menores que deben ser encerrados, y cuanto más chicos mejor.
Donde hay quienes son jueces de otros para encerrar en lugares indecibles.
Por qué?. Porque hay que defender la sociedad que nos garantiza el bienestar. Porque no alcanza para todos. Entonces que sobreviva el más fuerte. O el que tenga un dirigente amigo.
Si hemos tomado la decisión de que esto será así. Entonces me voy con los otros. Para pensar de nuevo palabras tales como solidaridad, sensibilidad, humildad, humanidad.
Me niego de forma rotunda y rebelde a renunciar a pensar. Mucho menos a que me obliguen. Porque alguien una vez me enseñó que rebelde es aquél que no hace lo que quiere, sino lo que debe. Y no debemos perder nuestro sentido de humanidad. Es la última batalla por perder.

(publicado por GN en www.laliebredechivilcoy.com.ar, sábado 14 de diciembre de 2008)

28/11/08

Mentir es violencia. Cárceles y discursos.

En el año 1999 la población carcelaria en la Provincia de Buenos Aires era cercana a 13.000 personas privadas de su libertad. Luego de las políticas de mano dura del ex gobernador Rückauff dicha población llegó a 25.000 personas prisionizadas.
En apenas dos años la problemática carcelaria le explotó en la cara al gobernador renunciante. Y luego de su política de extrema dureza y, por lo tanto, de violaciones a los derechos humanos no sólo no se resolvió la cuestión de la “inseguridad”, tal como lo prometía en su campaña electoral con “meta bala a los delincuentes”, sino que al retirarse de su cargo electo la cuestión se encontraba en su punto más crítico.
Es decir, ya hemos probado las peores recetas de mano dura (prácticas que atentan contra los principios fundamentales del Estado de Derecho) y corroboramos que sólo acentúan los problemas y las crisis.
La mano dura sólo engendra más violencia. El problema no es de “dureza”. Los problemas de la seguridad son problemas de la política y no de facultades policiales para “combatir” la delincuencia. Se trata de pensar en políticas públicas que persigan la inclusión social en lugar de responder con mayor violencia. Porque la violencia más brutal es la que proviene del Estado.
También hemos corroborado el fracaso de la “mano dura” con las “leyes Blumberg”.
Por otra parte, es falsa la discusión entre “mano dura versus garantismo”. En realidad deberíamos discutir si lo que queremos es un Estado de Derecho o un Estado Autoritario, que de estos ya hemos tenido a montones.
El tan malentendido “garantismo” no es otra cosa que la plena vigencia de los derechos fundamentales de toda la ciudadanía. Y significa la responsabilidad del Estado de remover todos los obstáculos formales y materiales para la concreción irrestricta de dicha plena vigencia.
Ya nadie puede discutir que el sistema penal es “selectivo”. Que cae con toda su fuerza, prioritariamente, sobre los sectores más desprotegidos y vulnerados de la sociedad.
Las políticas neoliberales que generaron los índices más escandalosos de nuestra historia en cuanto a pobreza e indigencia agudizaron dicha “selectividad”. Así, el derecho penal pasó de cumplir con su estricto rol de “ultima ratio” del Estado (en su potestad punitiva), a convertirse en la nueva red de “contención social” para todos aquellos que se quedaron afuera del mapa de la inclusión social. Es decir, se transformó en una “trampa mortal”.
En ese marco se presentó a la “inseguridad” en términos bélicos. Esto es una guerra. Ellos contra nosotros. Entonces, el derecho penal se configuró en un “derecho penal del enemigo”. Y con los años, las décadas, las cárceles se fueron convirtiendo en campos de concentración, llenos de “enemigos” claro.
Se fue perdiendo así el registro “del otro” como ser humano. Y pasó a ser un “enemigo de la sociedad”. El otro como contrario y nunca más como par.
Por eso es que se pide cada vez más dureza en lugar de pensar en cómo revertir la extrema vulnerabilidad social en la que viven miles de compatriotas, sobre todo en nuestro conurbano. En San Martín hay cerca de 100.000 personas que viven de y en la basura. ¿Acaso eso no es “engendrar violencia”?. ¿No fue el Estado el primero en engendrar violencia en el incumplimiento de sus funciones esenciales?. La desigualdad, la inequidad, la desidia, el cinismo, el olvido y la represión como única política pública. Así es como las políticas neoliberales encontraron en el miedo y la mano dura, como su antídoto mediático, la solución final para su guerra contra la delincuencia.
Ese fue el legado de la Dictadura, que con su “doctrina de la seguridad nacional” le enseñó a los gobernantes democráticos posteriores que en lugar del “subversivo” ahora debía ser eliminado el “delincuente urbano”.
Este fue el método y el discurso con el que durante diez años se “gobernó la seguridad” en nuestros márgenes conurbanos.
Espero que hayamos aprendido la lección y no repitamos errores tan groseros, aberrantes e ilegales. Porque mediante el gatillo fácil se legitimó la pena de muerte informal.
A los problemas políticos busquemos soluciones políticas, y no más el atajo de la violencia. No hay violencias “buenas” y violencias “malas”. La violencia es violencia y siempre fue y será despreciable.
No perdamos nuestro “sentido de humanidad”.
Por favor.
gn

(publicado en www.24con.com.ar)

14/10/08

un 12 de octubre muy diferente

Marcelo Valko presentó el 12 de octubre pasado en Chivilcoy, PBA su libro "Los Indios Invisibles del Malón de la Paz" (editorial de la Universidad de Las Madres), como cierre de las actividades conmemorativas por el Día de la Reivindicación de los Pueblos Originarios.
"El encuentro tuvo lugar en el salón del Concejo Deliberante y ofició de coordinadora Florencia Vaccari, directora de La Liebre, suplemento cultural de La Campaña.
El libro trata sobre un hecho poco conocido en la historia de nuestro país, sobre un grupo de 174 kollas que marcharon de Jujuy a la Capital Federal, en demanda de sus derechos sobre tierras que les habían sido quitadas, en 1946.
Fueron recibidos por el entonces Presidente de la Nación, Juan Domingo Perón e incluso compartieron un lugar en el famoso balcón de la Casa Rosada. Pero luego de unos días, el grupo de aborígenes fue secuestrado por la Marina de Guerra y devuelto a su tierra en un tren de carga.
Valko es responsable en la Universidad de Buenos Aires de una serie de proyectos de investigación, que tienen que ver con la memoria y la resistencia, en el imaginario andino. "Ahí aparece el Malón de la Paz. Es una historia increíble... ¿Pueden creer que el 3 de agosto de 1946 hubieron dos indios en el balcón de la Plaza de Mayo, que fueron recibidos por el Presidente y cinco días después los secuestraron?, ¿Pueden creer que se hacían propagandas con indígenas para vender genioles, alpargatas, cigarrillos...? En ese momento era posible, el imaginario estaba hábido de justicia social y a estos indígenas, que venían a pedir por sus tierras, les habían usurpado hasta los cementerios donde estaban enterrados sus abuelos y encima les cobraban arriendo".
Destacó que ese hecho "fue la mayor protesta indígena del siglo XX y será la primera vez que dos grandes naciones indígenas -kollas y mapuches- se encuentren. Cuando bajó el Malón de la Paz, desde Jujuy a Buenos Aires, caminando 83 días 2.000 kilómetros, a la altura de San Antonio de Areco apareció una delegación de Mapuches, encabezada por el cacique Jerónimo Maliqueo, con las mismas demandas. Fue tapa de los diarios, salió en Sucesos Argentinos, en Radiolandia, en Sintonía, Antena... La farándula".
"Toda la población apoyó la protesta -remarcó- y quién se montó en ella? el gobierno... Quería demostrar la inmediatez de la justicia social, dándole la tierra a estos 174 indígenas, porque habían sido usurpadas por Robustiano Patrón Costa, que en el año 43 estuvo a punto de ser Presidente, mediante el Fraude Patriótico. Apareció el GOU (grupo de oficiales unidos), le interrumpió la carrera y ahí es cuando empezará a ascender la figura del coronel Perón".
"Patrón Costa pagaba con chapitas. Así como suena, era un arquetipo del señor feudal", enfatizó.
¿Qué papel jugó la sociedad?- La gente jugó un papel maravilloso. Cuando los indios entraron por la avenida de Mayo, miles de vecinos los recibieron con una lluvia de claveles. El pueblo quería estar orgulloso de vivir en un país sin chicos con hambre, sin villas, querían un país digno y por eso apoyaron la protesta.-
¿Cómo explicó el gobierno de Perón el hecho de regresar a los indios a su tierra?- Una vez que el gobierno se montó en la protesta, salen en las tapas de los diarios, y los secuestran. Lo que hace el gobierno es decir "yo no fui" y crea tres comisiones investigadoras para averiguar quién dispuso que cientos de soldados de la Marina de Guerra rodeen el Hotel de los Imnigrantes y secuestren a un contingente de argentinos. Además, para averiguar quién dispuso que un tren de carga se estacione al lado del hotel y durante siete días viaje a Abra Pampa, con custodia armada que se cambiaba en cada provincia... Nadie sabrá quién hizo todo eso, ni quién dio la orden.
¿Desde aquella protesta qué paralelo hay con la actualidad?- Sigue pasando lo mismo, en el Noroeste sigue la misma usurpación de tierras, el feudo de Patrón Costa ahora es de una compañía canadiense - norteamericana, tienen más que antes, las condiciones de vida de los indígenas son patéticas. La semana pasada se conoció la noticia que murieron dos chicos en Tartagal que vivían como banquineros... No hubo mejoras. Estamos en 2008 y aun no llegamos a ese país que soñaron Castelli, Belgrano, Moreno... ".
(Fuente: http://www.dechivilcoy.com.ar/)

29/9/08

"La herida de un continente que no fue"

Salvador Allende fue una espada clavada en una piedra.
Nunca más nadie pudo sacarla. Quedó allí para siempre.
Algunos quisieron esconder esa piedra con esa espada clavada en ella.
Otros quisieron destruirla. Otros directamente la ignoraron.
Pero sigue allí clavada. Ante los ojos del mundo.
Quisiera que al leer esto investigues sobre Salvador Allende.
Conocí chicos y chicas de 17 años que no lo conocían. No se enseña en la escuela sobre quién fue Salvador Allende. Cuando yo fui a la escuela obviamente tampoco se decía nada. Todavía resonaban las frenadas de los Falcon, los tiros y sobre todo, y ante todo, el “no te metás”.
Fue el último gran Estadista. El último gran político preocupado por “su gente”, a quienes representaba y se debía en “el poder”. Porque para Allende gobernar era ejercer y representar el Poder popular. Era un Líder porque lideraba ese mandato popular que era gobernar para todos, pero sobre todo para los que peor la pasaban, aquellos cuyas necesidades básicas eran notoriamente insatisfechas. Y permanentemente postergadas por todos los gobiernos.
Y Allende entendió a la perfección que, para cambiar la calidad de vida de los más pobres de su País, debía modificar la estructura económica de su País. Para ello debía interferir e intervenir en los negocios de los más poderosos.
Para redistribuir la riqueza había que apropiarse de la torta. Y Allende lo hizo. Por eso cayó. Por eso bombardearon “la casa de la moneda”. Por eso el gran País del norte apoyó al genocida de Pinochet. Por eso la Gran Reina fue la primera bailarina del Pogo del payaso asesino.
35 años pasaron ya de ese tristísimo episodio que marcó (¿para siempre?) la historia de un continente que no fue.
Allende dijo antes de morir, en sus últimas palabras públicas por radio, mientras Pinochet bombardeaba la casa de gobierno: “pagaré con mi vida la lealtad del pueblo”. Para Allende cumplir con su palabra de respetar la voluntad popular era más importante que cuidar su vida.
Su ejemplo vale ante tanto político tránsfuga. Tanto dirigente asustado ante la protesta social. Tanto funcionario obsecuente con el Imperio. Tanto puntero enriquecido. Su legado nos vacuna contra el cinismo, la hipocresía, el verso y actitudes cuasi-golpistas. Su mirada sostenida en el tiempo, mirando un horizonte cada vez más lejano que apunta a un mundo distinto, un mundo mejor, nos obliga a seguir luchando, a no detener nuestra marcha, a seguir siendo honestos y consecuentes con nuestros principios, sin miedo a vivir. Porque quien no tiene miedo a vivir, menos miedo le tendrá a la muerte.
Salvador es esa espada aún clavada en aquella piedra. Y ya nadie podrá ignorarla.

Publicado en La Liebre, sábado 27/09

18/9/08

2 años y mierda


hace dos años desaparecía López.

Qué pasó desde entonces?. Que pasa ahora?. Quién pregunta dónde está?, además de sus parientes y quienes lo buscan. Quién se lo llevó? quién lo tiene?. Porqué?.


Ultimas horas de la víctima
“Después de tanto tiempo puedo pensar que está muerto –dice sobre las declaraciones del ex ministro de Seguridad bonaerense León Arslanian al respecto–, pero a los efectos de la causa tengo que tener un cadáver y hacer un ADN, mientras tanto sigo buscando.” Al momento de reconstruir lo sucedido aquella mañana en Los Hornos, el juez cuenta que “no pudimos seguir la ruta de López, desde la casa hasta un local de Edelap, porque en un momento dado desaparece. Nadie vio nada y si vio no habla por temor. Sólo tres testigos declararon, entre ellos una mujer que habló con él y dijo que lo conocía de toda la vida. No estaba yendo al juicio porque el sobrino lo pasaba a buscar a las 9 y a las 10 y pico él estaba caminando, vestido con ropa diferente a la que llevaba a las audiencias. Había declarado espontáneamente, en mi juzgado y en el juicio oral, ¿por qué ese día no iba a ir?” En este punto el juez abona la hipótesis de que se dirigía a una reunión, a la que lo habría convocado un conocido, con la intención de hacerle cambiar su testimonio en el juicio. Este misterio se suma a las llaves que aparecieron tiempo después en su jardín, el cuchillo que faltaba en la casa, las aberturas sin señales de haber sido violentadas. “Hay que tener en cuenta también que López vivía en un barrio de policías, con los que tenía un trato de vecinos”, apunta.¿Qué pasó con el cadáver calcinado aparecido en Punta Lara, a pocas horas de la desaparición de López? “Sigue sin identificar, estaba totalmente quemado y no podíamos establecer el ADN sin saber con qué compararlo. Es raro el episodio, pero luego fueron apareciendo más de veinte cuerpos, nunca pensé que hubiera tanta gente muerta que nadie reclama”, dice Corazza. En ese momento, se acuerda de la pista aportada por un periodista alemán, que le sigue pareciendo la versión más verosímil de lo que le pudo haber ocurrido al albañil de 77 años. “Es la hipótesis de que (ex policías bonaerenses) lo mataron porque se negó a desdecirse de sus dichos en el juicio, algo similar me dijeron que ocurrió en Mar del Plata, y genera un descrédito a la causa, es un hecho político de mucha importancia”, enfatiza. Sin embargo, el juez dice que no pudo verificar la versión porque el periodista aportó referencias muy vagas y se amparó en el secreto a no revelar su fuente. Corazza recuerda que ese día Etchecolatz pedía la suspensión de los alegatos, como para que tuviera lugar la pretendida desmentida de López. “Muy loco no es pensar esto”, opina. Según declaró Jan Ronneburger, de la agencia DPA, una funcionaria nacional confirmó a sus informantes que el testigo estaba muerto.
Página/12 del 9/9/08.

Eso es todo?, ya está?, ya pasó?... qué hacemos ahora?... nada?... después de 2 años qué hemos aprendido?. Qué decisiones hemos tomado?.
Mientras tanto los grandes medios nos hablan del "primer desaparecido de la democracia"... y si te digo que no lo es?... acaso López también desaparece de los medios? acaso ya no desapareció?.
Ya no sé qué más decir... ya no tengo ganas de decir más nada. Sólo cabe la indignación y la verguenza de esta sociedad que tolera todo, todo menos que "le metan la mano en el bolsillo al campo"...
cuánta mierda...

(fotografía: dibujo hecho por López en ocación del juicio a Echecolaz)

15/9/08

Los Tutores de la mano dura

En 1784 Immanuel Kant publicó “¿Qué es la Ilustración?”. Allí encontraremos postulados característicos de la “modernidad”.
Además de ser un “maestro de la humanidad” (Herder), Kant es uno de los primeros grandes maestros de la modernidad.
De todos los sentidos que se la atribuye al concepto Ilustración, Kant eligió el que persigue la emancipación: “Pensar por cuenta propia significa buscar dentro de uno mismo (o sea, en la propia razón) el criterio supremo de la verdad; y la máxima de pensar siempre por sí mismo es lo que mejor define a la Ilustración”.
Roberto Aramayo sintetiza: “Acostumbrarse a ejercitar nuestra propia inteligencia sin seguir necesariamente las pautas determinadas por cualquier otro. El hombre debe aprender a emanciparse de toda tutela y alcanzar una madurez intelectual que suele rehuir por simple comodidad” (“¿Qué es la ilustración?” Ed. Alianza 2004).
Kant propone tres caminos hacia esa emancipación: “1) pensar por cuenta propia, 2) pensar adoptando el punto de vista que tienen los demás y 3) mostrarse consecuente con uno mismo al pensar” (ob. cit.).
Concluye Aramayo: “Lo contrario del pensar por uno mismo equivale a dejarse guiar sin más por los prejuicios y la superstición. La Ilustración, por tanto, no significaría justamente sino liberarse de los prejuicios y la superstición” (conf. “Crítica del Juicio”).
Kant escribirá contra los Tutores, aquellos que impiden la emancipación, al pretender imponer recetas y fórmulas que evaden la responsabilidad individual del “libre pensar”.
Como se sabe “la libertad no es fantástica”: saber y conocer por cuenta propia, librándonos de los lugares comunes y de los velos que esconden la verdad, suele ser muy doloroso. Se trata de elegir aquella píldora que en The Matrix posibilitó a Neo emanciparse de la mentirosa Matriz que emulaba y alienaba la vida real.
Entonces, muchas veces resulta muy tentador adoptar como propios pensamientos o simples fórmulas discursivas vacías de todo contenido conceptual para tomar ciertos posicionamientos.
En “El conflicto de las Facultades” (1798) Kant denuncia a los médicos, abogados y sacerdotes como aquellos “tutores” que son funcionales al gobierno para manejar a los administrados.
Me haré cargo del rubro de los “Abogados”, por ser uno de ellos (una “rara avis”, por cierto), sin demonizar ni estigmatizar fácilmente porque si bien nos hemos ganado cierta fama, gracias a algunos especímenes inescrupulosos, lo cierto es que somos muchos más los que luchamos por el derecho, el Estado de derecho, la justicia, la verdad y los “derechos del hombre”. Y muchos abogados han dado su vida por sostener esos principios (rindo homenaje a Rodolfo Ortega Peña, asesinado por la Triple A).
Pero lamentablemente los abogados que ya denunciaba Kant son los que se llevan las tapas de los diarios. Y para colmo muchos abogados se convierten en políticos!.
Hablo de los “dueños de la verdad”, quienes tienen la “palabra revelada”. Y aquí aparece el peor de los sentidos de la “Ilustración”, la de “los iluminados que hablan por los demás”; sólo ellos fueron “iluminados por la verdad”, en tanto que el pueblo vive en las sombras.
Para no extenderme demasiado, tan sólo daré un ejemplo. Y es el de las recetas de Mano Dura: ejemplo de “prejuicios y supersticiones“, al decir de Kant.
En mi nota anterior hablé sobre el papel que juegan los medios de comunicación en la “construcción de la verdad” (ayudado por Hobbes). Aquí también juegan un papel protagónico en la exacerbación del miedo y el morbo.
No trato aquí de negar una “realidad”, sino de entender porqué se legitiman recetas que atentan contra los fundamentos del Estado de Derecho. Por miedo, por comodidad, por no pensar por nosotros mismos.
En Mendoza, de vieja tradición de mano dura desde los tiempos de Cobos como gobernador, se está por aprobar un “Acuerdo social por Seguridad” (ver Página/12, 02/09/08) que condensa las recetas tradicionales de mano dura.
Para finalizar, citaré las palabras de un funcionario mendocino renunciante, por rechazar este nuevo plan de mano dura:
“Discrepamos con este discurso según el cual los problemas de la violencia y la seguridad tienen que ver con ‘excesivos’ derechos y garantías que consagran la Constitución y los pactos internacionales de derechos humanos. Hay un mensaje de que estamos en una guerra y en las guerras no hay derechos, ni tampoco políticas activas frente a lo que es un problema estructural. Creemos que esto va a derivar en una escalada de violencia”.
Emancipemos nuestro pensamiento para ser libres de verdad.
La mentira es el atajo más fácil, el dulce antídoto que nos aliena de la realidad y nos aleja del camino de la razón y la verdad.
Animémosnos a elegir la píldora que nos despierte de La Matriz, como hizo Neo.

4/9/08

Un leviatán a la derecha!

“Bernardo tenía mala leche... quedó lanata”

Del leviatán, escrito por Thomas Hobbes en 1651, suelen recordarse conceptos como “Estado de Naturaleza”, “la guerra de todos contra todos” y el “contrato que instituye la paz con la mediación de un Estado fuerte”.
Simplificando, cuando Hobbes hablaba de ese estado de naturaleza, se estaba refiriendo a “la guerra civil”. En una obra posterior Hobbes hizo referencia al caso concreto de la Revolución Inglesa como ejemplo de ese “estado de naturaleza”, que dijimos era la guerra civil. Esa obra se conoce con el nombre de Behemoth.
Curiosamente Hobbes, anticlerical, utiliza imágenes bíblicas para hablar del Estado y de la Guerra Civil. Un estudioso de Hobbes opina: “Hobbes escogió el monstruo citado en el Libro de Job porque reina sobre los hijos del orgullo, y nosotros humanos somos antes que nada movidos por nuestra vanidad, por la vana noción que tenemos de nuestro valor; es ésta, por cierto, la tercera causa de la guerra generalizada entre los hombres, de la ‘guerra de todos contra todos’” [1].
En tanto que sobre el hipopótamo dirá: “Hobbes insinuará que vivimos entre dos condiciones monstruosas, la de la paz bajo el gobierno absoluto (o mejor, el gobierno de un soberano) y de la guerra generalizada, esto es, el conflicto intestino que arroja al hermano contra el hermano. La guerra de todos contra todos es en realidad la guerra civil” [2]. En el Behemoth hablará sobre la segunda de las condiciones.
Y aquí encontraremos el lugar común donde se banaliza la obra de Hobbes. Usualmente escuchamos que se ejemplifica con El Leviatán al Estado totalizador, autoritario y violento. La causa de tal banalidad y superficialidad es el anacronismo con que se lee a Hobbes (y en general a toda la filosofía política moderna).
Debemos recordar que pensadores como Hobbes y Hegel (por citar otro ejemplo de filósofo que padece del anacronismo permanente) vivieron en épocas de mucha violencia, donde la tensión revolucionaria se respiraba todos los días. Estos pensadores se rompieron la cabeza para encontrar el fin a tanta violencia. Y el resultado de esa solución no se trató de oponer una violencia mayor. Trataron, con éxito, de racionalizar la contención de esa violencia bajo la figura de un Padre, de un Dios que infunde la Paz, mediante un Poder supremo, Soberano: El Estado [3]. Y “Su soberano no es un déspota, un sultán que gobierna mediante el pavor, pero el hecho de haber escogido a un monstruo para representar ese poder, ayudó a la fortuna crítica a pensarlo mediante la desmesura, la plenitud de mando desbordada, a veces incluso hasta el punto de infundir un miedo irrestricto” [4].
Así, este autor sostiene: “Su problema crucial en relación a los actores políticos y sociales de su tiempo no residía en los capitalistas, sino en los eclesiásticos. El clero, y no el capital, es el gran actor contra el que trabaja Hobbes. Es necesario identificarlo, para lo cual debemos evitar el anacronismo” [5].
Y es contra el Clero de aquél entonces que Hobbes apuntará todo su arsenal discursivo en el Behemoth. Si en el Leviatán apuntó contra la Iglesia Católica Romana por haber “diseñado” un modelo de “poder alternativo”, será contra los prebísteros a quienes acusará de causar e incidir en las guerras civiles de todos contra todos.
Dice el estudiosos de Hobbes: “Pero no todo anacronismo está fuera de lugar. Ciertos puentes que lanzamos entre los tiempos pueden ser útiles. Arriesguémonos en uno: el clero, en el siglo XVII, es como un medio de comunicación de nuestro tiempo que se hubiera apropiado del Más Allá. Imaginemos una red de comunicación de masas que, para completar su poder, prometiera a sus oyentes la salvación y amenazara a los desatentos con la muerte eterna”; y remata: “Solamente el clero puede tener su orden en medio de lo que el lego llamaría desorden. En medio del caos, sólo la profesión eclesiástica se encuentra como pez en el agua” [6].
Al leer este párrafo no pude dejar de pensar en el accionar de los “grandes” medios de comunicación durante los cien y pico de días que duró el llamado “conflicto del campo”. Movileros arengando, conductores editorializando, dueños de diarios “lobbieando”; todos ellos construyendo un “cuadro político de autoritarismo, censura, caos, desorden y crisis institucional de grado terminal” (con “valientes” discursos en la entrega de los Martín Fierro pero ausentes en la conferencia de prensa que dio la Presidenta). Aclaremos que no fue el gobierno el que instalo la posibilidad “concreta” de una nueva “renuncia presidencial”. Ahí es donde encontraremos una verdadera actitud “destituyente”.
Jugando a otro anacronismo posible, podría decir entonces que Hobbes hoy apuntaría contra aquellos grandes medios de comunicación que siempre fueron tan afectos a los golpistas, militares y eclesiásticos devotos de su orden alternativo.
Frente a todos ellos, seguro que el amigo Thomas gritaría desde el palco: “un Leviatán para la derecha!”.

[1] Renato Janine Ribeiro “Thomas Hobbes o la paz contra el clero” en “La Filosofía Política Moderna. De Hobbes a Marx”, Atilio Borón (compilador), Eudeba 2000, pág. 27.
[2] ob. cit. pág. 27.
[3] En este caso, resulta fundamental le lectura del Capítulo III, Tercera Parte de”Principios de la filosofía del derecho” de Hegel, en donde se refiere a la constitución del Estado.
[4] ob. cit. pág. 28.
[5] ob. cit. pág. 29.
[6] Ob. cit. pág. 29/30.

Paco Urondo contra los tiempos de la despasión

"Ya no soy de aquí: apenas me siento una memoria de paso.
Mi confianza se apoya en el profundo desprecio por este mundo desgraciado.
Le daré la vida para que nada siga como está"
(“Solicitada”, Poemas póstumos).

Francisco “Paco” Urondo (1930-1976), poeta de la generación de los años ’60 y ’70. Novelista, cuentista, dramaturgo, ensayista, guionista de cine y televisión y periodista. Con Juan Gelman estuvo al frente del suplemento cultural del diario La Opinión (1971), fue secretario de redacción del diario Noticias (1973). También escribió para los medios Primera Plana, Panorama y Crisis.
Se integró a la organización guerrillera FAR a comienzos de los años ’70 y aceptó, en contra de su voluntad, un destino en Mendoza. Murió combatiendo el 17 de junio de 1976 en Guaymallén, en una redada en la cual Alicia Rabboy, su esposa, fue secuestrada y continúa aún desaparecida, y Angela, su hija, sobrevivió. (Página/12, 10/11/05, por Ana Bianco).
Su obra poética comprende Historia antigua (1956), Breves (1959), Lugares (1961), Nombres (1963), Del otro lado (1967), Adolecer (1968) y Larga distancia (antología publicada en Madrid en 1971). Ha publicado también los libros de cuentos Todo eso (1966), Al tacto (1967); Veraneando y Sainete con variaciones (1966, teatro); Veinte años de poesía argentina (ensayo, 1968); Los pasos previos (novela, 1972), y en 1973, La patria fusilada, un libro de entrevistas sobre la masacre de Trelew del '72.
En 1968 fue nombrado Director General de Cultura de la Provincia de Santa Fe, y en 1973, Director del Departamento de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Escribió Juan Gelman: “Dicen que un escritor atraviesa al morir un purgatorio de veinte años en la memoria pública. El plazo está más que cumplido para ese gran poeta que fue –que es– Francisco Urondo, caído en combate contra la dictadura militar un día de junio de 1976, a los 46 de edad. Dejaba un libro inédito, “Cuentos de batalla”, que se perdió en la noche genocida. Como Rodolfo Walsh, como Haroldo Conti, Paco escribió hasta el final, en medio de tareas, urgencias y peligros de la vida clandestina. Para estos pilares de la literatura nacional nunca hubo contradicciones entre la militancia por una patria justa, libre y soberana, y la condición de la escritura. Cuando en este tiempo de la despasión se recuerdan las polémicas de los años sesenta –unos pretendían hacer la Revolución en su escritura; otros, abandonar su escritura en aras de la Revolución–, se percibe en toda su magnitud lo que Paco, Rodolfo, Haroldo nos mostraron: la profunda unidad de vida y obra que un escritor v sus textos pueden alcanzar.
No hubo abismos entre experiencia y poesía para Urondo. "Empuñé un arma porque busco la palabra justa", dijo alguna vez. Corregía mucho sus poemas, pero supo que el único modo verdadero que un poeta tiene de corregir su obra es corregirse a sí mismo, buscar los caminos que van del misterio de la lengua al misterio de la gente. Paco fue entendido en eso v sus poemas quedarán para siempre en el espacio enigmático del encuentro del lector con su palabra.Buitres de la derrota –que siempre se han cuidado mucho cada centímetro de piel– le han reprochado a Paco su capacidad de arriesgar la vida por un ideal. Paco no quería morir, pero no podía vivir sin oponer su belleza a la injusticia, es decir, sin respetar el oficio que más amaba. El había escuchado el reclamo de Rimbaud: "¡Cambiad la vida!". Estaba convencido de que sólo de una vida nueva puede nacer la nueva poesía. “Mi confianza se apoya en el profundo desprecio / por este mundo desgraciado. Le daré / la vida para que nada siga como está”, escribió. Fue –es– uno de los poetas en lengua castellana que con más valor y lucidez, y menos autocomplacencia, luchó con y contra la imposibilidad de la escritura. También luchó con y contra un sistema social encarnizado en crear sufrimiento, para que el mundo entero entrara en la historia de la alegría. Las dos luchas fueron una sola para él. Ambas lo escribieron y en ambas quedó escrito”.
Hasta siempre.

Haroldo Conti y la balada de un rebelde

Haroldo Conti nació el 25 de mayo de 1925 en Chacabuco. El 5 de mayo de 1976 fue secuestrado por un “grupo de tareas” de la Dictadura y nunca más se supo de él. Dicen que por su adscripción al Partido Revolucionario de los Trabajadores, por su militancia en el Frente Anti-imperialista por el Socialismo, por sus notas periodísticas en Crisis y por su constante denuncia, por cuanto congreso literario pasaba, de la feroz represión de la Dictadura.
Conti fue un valiente, fue un rebelde. Su causa, su ideología y su sentir. Lo que le corría por sus venas era la misma indignación que el Che le legó a sus hijitos: “Sean capaces de sentir en lo más profundo la injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario”. Conti era, entonces, todo un revolucionario.
Y otro escritor más desaparecido. Sus armas eran sus palabras, pero sobre todo su coherencia.
Dice la crónica periodística: “El escritor Haroldo Conti nació en Chacabuco, provincia de Buenos Aires, el 25 de mayo de 1925. En 1940 ingresó en el Seminario Metropolitano Conciliar, de Villa Devoto, estudios que abandonó siete años más tarde, para ingresar en la Facultad de Filosofía y Letras donde se recibió en 1954. Realizó cursos de piloto civil y vuelos, y en 1952 obtuvo dos becas del Cine Club Gente de Cine trabajando como asistente de dirección. Fue maestro rural, director teatral, empresario de transportes, profesor de Filosofía y de Latín. En 1962, publicó su primera novela, Sudeste, por la que obtuvo el primer premio del concurso organizado por Fabril Editora. A esta novela, le siguieron Todos los veranos (1964), Alrededor de la jaula (1966), Con otra gente (1967) y En vida (1971)” (Página/12 de 18/01/06, Por Sylvia Saítta y Luis Alberto Romero).
En 1971 visitó Cuba, “Conti señaló que Cuba constituyó “su primer contacto a flor de piel con América. Y eso me bastó para hacer una cosa distinta, una novela jubilosa, Mascaró, abierta, donde por primera vez los personajes no mueren. Decidí hacer una literatura con un sentido más americano, cosa que, en ese momento, estaba muy lejos de mí” (P/12, cit.).
En 1975 publica La balada del álamo Carolina y finalmente Mascaró.
Algunos insisten con que el arte y la política no deben asociarse. De que no importa que un escritor haya apoyado o tolerado las peores violaciones a los derechos humanos. No importa, si su pluma exportó al mundo nuestra cultura y si sus libros se inscribieron en el adn de “nuestra cultura nacional”. Entonces, habría que pensar sobre los significados de la identidad nacional, cultural y popular.
¿Qué cosas nos hacen sentir más comunes entre nosotros?. ¿La “literatura exquisita”, o el compromiso con el hombre, como especie, como género?.
Los Conti, los Urondo y los Walsh, entre tantos otros, representan ese compromiso contra las injusticias y las peores brutalidades. La coherencia de luchar y de escribir contra ese colage de la depredación humana.
De esto se trata La Herida de País. El arte y al política, la ideología y los valores humanos se escriben en el mismo papel, en la misma mirada del mundo. La indignación contra la injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Lo demás: el silencio, la complicidad, la mirada hacia otro lado, es la mejor propaganda del régimen, aunque este muy bien escrita.
Hasta siempre.

El arte ataca

Entre las víctimas de la dictadura instaurada el 24 de marzo de 1976 podemos señalar a escritores, artistas y poetas como Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Francisco Urondo, Miguel Ángel Estrella (sobreviviente), Miguel Ángel Bustos, Marcelo Gelman, Tilo Wener, Claudio Ferraris, Lucina Álvarez, Oscar Barros, Roberto Santoro y Juan Carlos Higa, entre muchos otros.
Los genocidas impusieron que el oficio de escribir también podía ser una “actividad subversiva disociadora”. Y escribir era expresarse, decir lo que se pensaba y se sentía. Muchos, en esos años de horror y brutalidad, escribieron, nada menos, sobre la condición humana. Ello significaba la desobediencia misma hacia el régimen: No callar. No mirar para otro lado. Expresarse: decir lo que se pensaba y se sentía ante toda esa depredación humana. Ante ese Estado terrorista y genocida.
Hasta hoy no existe un relato exhaustivo, profundo y continuo sobre la vida de quienes no callaron, no miraron para otro lado y se expresaron con su arma más poderosa: la palabra. Como guerreros que no detuvieron jamás su marcha, sabían que al usar esas palabras insolentes, serían perseguidos por desobedecer aquel silencio, que para muchos era sinónimo de “salud”: ese equilibrio justo entre la inocencia y la complicidad. Ellos no fueron cómplices. Ellos no silenciaron su palabra. No miraron para otro lado. Ni justificaron ningún golpe de Estado.
Aquí, en La Herida de País los nombraremos y daremos algunas pistas, algunas señales para conocerlos y sumergirnos en la profundidad de sus compromisos, sus palabras y sus luchas.
Algunos de ellos, lo veremos, trascendieron de la palabra a la acción. Aunque esas palabras significaban, por sí solas, toda una acción: escribir sobre lo que se pensaba y se sentía, desobedeciendo el orden moral y criminal del Proceso. Es decir: escribir y desobedecer era “subversivo”.
Como un haz de luz, rescataremos esas acciones en cada uno de ellos.
Porque la memoria debe ser esa mano que corra el telón que esconde la verdad; que le aporte fundamentos a la justicia y que desnude las verdades impuestas, construidas desde un discurso oficial, moralizante y “desaparecedor”; para que luego, desde las palabras de los Walsh, Conti y Urondo alcemos las voces de los que soñaron con la libertad. Que hoy son las voces de los pueblos oprimidos y excluidos que siguen desapareciendo, cuyos gritos de desesperación hacemos que no oímos, mientras aquel imbécil le grita al micrófono, como quien no quiere que escuches otra cosa que las miserias de los triunfadores, más berretas, del ocaso dictatorial.
Y porque como dijo el poeta Jorge Boccanera: Los que piden borrar el pasado más que olvido piden que entremos al reino de los anestesiados, que es una forma de no reaccionar contra los absurdos de cada día. La pérdida de la memoria diluye la conciencia y, si no hay conciencia de nuestras necesidades, perdemos de vista un tema importante que es la libertad (“Un golpe a los libros”, Hernán Invernizzi y Judith Gociol, Eudeba).
Estas palabras sirven como introducción para aproximarnos, en futuras notas, a Haroldo Conti, Paco Urondo y Rodoflo Walsh, entre otros.
Allí nos encontraremos, en el margen de una página que no empezó a escribirse todavía. La página de los imprescindibles. Gracias.

La cultura totalitaria

Los Nazis odiaban a los judíos. Pero sobre todo odiaban a judíos y judías que eran poetas, músicos, pintores, filósofos, escritores, escultores, cantantes, actores. La cultura sólo podía ser la “cultura nazi”. Lo demás debía ser exterminado.
En Argentina, el Proceso de Reorganización Nacional no pudo ser menos. O al menos “había que intentarlo” (no ser menos que los Nazis). Por eso mismo Massera dijo lo que dijo: el alma del hombre se ha convertido en campo de batalla. El alma pretendía ser, para los genocidas, otro botín de guerra para su colage de la depredación humana (Spinetta).
Para ello, entre los objetivos que la Dictadura iba a imponer, se rezaba como un dogma inevitable: Impulsar la restitución de los valores fundamentales que contribuyen a la integridad social: orden, trabajo, jerarquía, responsabilidad, identidad nacional, honestidad. Todo en el contexto de la moral cristiana. Para así, finalmente: Promover en la juventud modelos sociales que subrayen los valores mencionados anteriormente para reemplazar y erradicar los valores actuales.
Aquellos valores actuales debían ser reemplazados y erradicados porque estaban vinculados con “actividades subversivas disociadoras”. La libertad que expresaban los artistas, chocaba irremediablemente con la moral cristiana de Videla y compañía. Entonces se prohibieron músicos, discos, libros, pensadores, docentes, poetas y toda expresión de la cultura que no fuera “obediente” con el Régimen y que no perteneciera, por lo tanto, a la “Cultura del Proceso”.
Debía “reemplazarse y erradicarse”, en consecuencia, la saludable insolencia juvenil de los años 70, por la obediencia anestesiada de los adoradores del orden. Destaco la saludable insolencia entendiendo por tal, e interpretando a un personaje de José Pablo Feinmann, la noble actitud de quebrar la mirada obediente del orden instituido.
Insolencia que pretende ser instituyente y que, como tal, confrontará inevitablemente con lo instituido, con la disciplina totalitaria del Régimen impuesto.
Así censuraron, por ejemplo, a Luis Alberto Spinetta quien no se destacó, precisamente, por ser un emblema de “la explícita canción de protesta”, sino más bien por su creatividad instituyente; desafiante de la “moral instituida” de Videla y compañía. El Flaco nos dice:
Es una cosa tan ominosa e impune la depredación entre los seres humanos, que cuando se trata de animales este crimen luce inocente. Entonces, inmediatamente les atribuimos nuestra maldad para convencernos y verificar cómo lo hacen... Por ejemplo, al observar el abuso de poder cometido contra los pueblos infinitas veces a lo largo de la Historia, el hombre, casi como careciendo de inocencia, debe verse a sí mismo como “el gran devorador” y el producto de una lucha de fuerzas. Las fuerzas de la luz o de la muerte. Creo que si permanecemos como un buen rayo de luz todas las fuentes negativas que intenten apoderarse de nosotros de alguna manera se van a transformar. Nos tragarán, pero también van a tragar una luz interminable. Para eso está hecha, para continuar, aunque sea dentro de las fauces del otro”.
En Las Heridas de País, seguimos buscando Verdad-Memoria-Justicia, para terminar de curar toda esa tristeza que no pudo “ni el poderoso anillo del Capitán Beto” (Pujol).
(Fuentes: “Rock y Dictadura”, Sergio Pujol, Planeta 2005. “Martropía. Conversación con Spinetta”, Juan Carlos Diez, Aguilar 2006. “La astucia de la razón”, José Pablo Feinmann, 1990).

La herida de País

Héctor Oesterheld nació el 23 de julio de 1919 en Buenos Aires. Geólogo, casado con Elsa Sánchez. Cuatro hijas: Estela, Diana, Beatriz y Marina.
Dejó la Geología para escribir Historietas. Se ganó el respeto como guionista y trabajó junto a dibujantes como Alberto Breccia, Hugo Pratt, Paul Campani y Solano López. Su trabajo es imprescindible a la hora de hablar del género.
En 1958 se consagra con la publicación de El Eternauta, dibujada por Solano López. Sus personajes: Juan Salvo, su mujer Elena, su hija Martita, su amigo Favalli, el obrero Franco. Unos monstruos paquidérmicos llamados Gurbos, unos seres de manos prodigiosas: Los manos. Y también estaban Los Ellos, quienes controlaban y dirigían La Invasión.
La invasión se producía en nuestra ciudad (el barrio, nuestras casas). Se advertía allí del Exterminio como método para alcanzar la invasión definitiva.
El Eternauta es el héroe colectivo y anónimo que resiste la opresión. De allí quedará inmortalizada la plegaria del genio: “El único héroe válido, es el héroe en grupo. Nunca el héroe individual, el héroe solo”.
En los años 60 se alzaban las voces de quienes ya no toleraban las injusticias y los autoritarismos: Golpes de Estado, Censura y Persecución política comenzaban a pergeñar el horror de los 70’s. La Dictadura tomaba forma de Monstruo, inevitablemente, como siempre.
En 1969 se publica una nueva versión de El eternauta, dibujada por Alberto Breccia con un estilo experimental y trasgresor para la época. Pero también su contenido trasgredía los parámetros de la historieta. El Eternauta exhalaba política en todas sus páginas. Se sabe hoy que para ese entonces, tanto Oesterheld como sus cuatro hijas habían comenzado a militar en Montoneros.
Con el Golpe Cívico-Militar del 24 de marzo de 1976, Oesterheld fue uno de los tantos que debió ocultarse ante la feroz represión. Comenzó entonces a escribir otra versión de El eternauta, haciendo clara alusión a la situación política del País.
Fueron secuestradas sus cuatro hijas, con sus esposos, y también sus nietos. Hasta que finalmente, Oesterheld, fue secuestrado el 27 de abril de 1977, continuando a la fecha desaparecido.
“Yo vi a Oesterheld en Campo de mayo (...) en el sector de las duchas. Yo no lo conocía personalmente y bueno, me llamó la atención. Lo vi digamos como golpeado, o sea con mucha angustia y me acerqué, le pregunté qué le pasaba. Me dijo que le habían mostrado las fotos de las hijas... muertas” (testimonio de Juan Carlos Scarpatti).
En La herida de País contaremos historias de quienes dejaron su sangre en el lodo por un país mejor, para todos, sin injusticias ni impunidad.
Pd: Gracias a La Liebre por tanta libertad junta, que trompea la indiferencia y el cinismo. Como Oesterheld con su Eternauta, nuestro gran héroe colectivo, se rebeló con la palabra y el arte. Para que las heridas de este País sanen con justicia.