22/12/08

que hacer

En mi nota anterior (Mentir es violencia) ensayé un diagnóstico posible sobre el problema de la seguridad en términos de criminalidad.
Ahora quiero pensar en posibles caminos para tomar ante la tan mediatizada emergencia.
El miedo funciona como un motor permanente. Y sirve, entro otras cosas, para ejecutar ciertas medidas que en tiempos de “normalidad” no serían posibles institucionalizar. O bien, para ocultar otras emergencias más complejas y menos morbosas, por lo tanto menos atractivas para los grandes medios. Y digo morbosas en cuanto al gusto que prevalece por la violencia más explícita. Esa que genera tantas “placas rojas” y “noticias de último momento”. Esas noticias que se repiten 25 veces por día generando y multiplicando el miedo.
Pero con esto no quiero poner en duda el miedo, sino el uso mediático y político que se hace de él y su reproducción social.
Es importante hablar del miedo porque desde su uso siempre se recurren a las medidas y recetas que ya hablamos en la nota anterior y que no sólo fracasaron sino que ponen en jaque la salud republicana y democrática del Estado de Derecho.
Propongo que nos tomemos unos minutos, unas horas, un par de días para pensar. Para reflexionar. Para discutir. Para dialogar. Para planificar. Para evaluar. Para articular. Y que no hablemos del miedo sino de lo que hay que hacer para que el miedo no nos gane y termine tomando por asalto las políticas públicas. Que no sea el miedo el principio rector de las políticas públicas.
Señalaré, por ahora, un primer aspecto del problema. La reincidencia.
Si uno analiza el tratamiento del problema desde los grandes medios de comunicación, nos encontraremos que la preocupación se agudiza –y escandaliza- cuando nos encontramos ante un “delincuente” que reincide, que tiene antecedentes. Y se muestra la reincidencia como el centro del problema. ¿Cómo prevenir?. Y acá nos encontramos con la refritada respuesta de limitar las excarcelaciones, de aumentar las penas y todo lo que ya se implementó y fracasó en cuanto a la disuasión del delito.
El viernes 12 de diciembre pasado, la UNSAM inauguró un espacio universitario dentro de la Unidad Penitenciaria 48 del Partido de San Martín. Y pienso en ese hecho como una posible respuesta a la cuestión de la prevención.
Y esa respuesta no puede ser otra que la INSERCIÓN SOCIAL. La educación es un puente de oro para pensar en la inserción social. Pero no porque pensemos que sea la salida mágica del desempleo y la exclusión (está comprobado que obtener un título universitario no garantiza la salida laboral). Pensemos la educación como un camino a la humanización, la dignificación y recuperación de la identidad. Cómo la educación puede lograr modificar la “auto-percepción” que las personas tienen de sí.
La cárcel (el poder punitivo) modifica de manera tajante los roles de las personas que son sometidas a proceso penal. Quien cae en la red punitiva dejará de ser automáticamente un padre de familia, un hijo, un laburante ocupado o desocupado, un amigo, un esposo y todo aquello que “haya sido” afuera de la cárcel. Y pasa a ser un “preso”. No está preso: ES un preso. Esta modificación de los roles, esta supresión de los roles produce daños que, si se prolongan en el tiempo, pueden ser hasta irreversibles. Y así es como se retroalimenta la violencia social.
Pensemos entonces en una alternativa que colabore en la búsqueda identitaria de los roles que cada ser humano quiere y puede desarrollar en sociedad. Debemos abandonar de inmediato el modelo mediante el cual se perpetúan (a modo de tatuajes imborrables) las percepciones sociales basadas en la discriminación, estigmatización, segregación, guetización, etc.
Y la educación es un medio que da la posibilidad de trabajar, justamente, en la “auto-percepción” de las personas privadas de su libertad, que el sistema penal les ha impuesto a modo de “accesorias” del proceso penal.
Recordemos que la educación es un derecho fundamental que el Estado está obligado a garantizar. Encontraremos que las cárceles están llenas de personas que no han tenido acceso a los niveles básicos de la educación.
En lugar de pensar, entonces, el problema de la reincidencia desde una concepción mística y represiva, propongo que lo abordemos desde la inserción socio-educativa. Por ahí (estoy convencido), nos irá mejor con los libros y los maestros que con la superpoblación carcelaria discriminatoria.

publicado en www.24con.com.ar

1 comentario:

rolando dijo...

"Me parece muy interesante el documento escrito por el Dr. Gonzalo Nogueira, coincido plenamente en la búsqueda de soluciones polìticas, dentro de la base del sentido de humanidad.Y al respecto en esta iniciativa de la UNSAM de brindar y posibilitar educación, yo agregaría que es fundamental que se complementen mediante la implementación de medidas que apunten concretamente a la pobreza por parte de nuestras autoridades, no quedando en un mero discurso oportunista; dado que la pobreza es el orígen de todas nuestras miserias humanas".
Lic. Rolando Benítez.