Las respuestas huyeron despavoridas.
Las preguntas se escondieron en un placard.
Todos nos miramos con todos y nadie sabe decir qué cosa.
Seguimos inmersos en una irracionalidad que propone una violencia para castigar otra violencia.
Como si hubiese una violencia buena y justa. Como si la justicia fuera una forma de legitimar la violencia de los buenos.
Algunos siguen pasando por alto nuestras dictaduras, nuestros desaparecidos y también nuestros tantos asesinados por fuerzas de seguridad descontroladas ya en democracia.
¿Alguien se acuerda de Ruckauf?. ¿Alguien se acuerda de que fue elegido gobernador prometiendo balas para los delincuentes?. Y que ganó y cumplió su promesa. Y que en menos de dos años tuvo que escaparse de la provincia son sus reservas bañadas en rojo, pero también en rojo teñido el conurbano. Rojo de sangre y muerte ilegal. ¿Y qué cambio?. ¿Quien puede en verdad añorar esos años como “el tiempo que vivimos seguros y tranquilos”?.
Mientras tanto esta sociedad se sigue riendo a carcajadas de los mismos chistes de siempre. De la vulgaridad que nos idiotiza, que nos aliena y que nos acostumbra a la boludes.
Vivimos en una sociedad que se ríe frente a las muertes pobres y marginadas.
De las muertes ocasionadas por el hambre en el Impenetrable, mientras los sojeros avanzan con su desmonte ultrajante.
De las muertes escondidas en el Ceamse, mientras los pibes siguen viviendo de y en la basura.
De las muertes provocadas por abortos clandestinos, mientras la Iglesia sigue condenando el uso de profilácticos.
De las muertes en cárceles, mientras se siguen construyendo más y más como “el plan” para la seguridad.
De las muertes por gatillo fácil, mientras escondemos en el placard a los sospechosos de siempre.
De las muertes del Paco, mientras metemos presos a pibes que fuman marihuana.
De la muerte del Otro, en definitiva, ese “otro“, que convertimos en enemigo, ese enemigo que el poder judicial condena a prisión perpetua en tiempo récord por matar un policía, mientras la mayoría de los genocidas siguen libres e impunes después de 25 años de democracia. Mientras los responsables políticos y civiles de masacres, fusilamientos, desfalcos, vaciamientos, megacanjes fraudulentos, desapariciones, robos de bebés y de demás crímenes de lesa humanidad siguen impunes en la Argentina.
Seguimos eligiendo al enemigo de siempre para satisfacer nuestro fervor caníbal. Seguimos refundando el Leviatán en el miedo y en el terror al otro, pero ese otro sigue siendo el que el poder punitivo selecciona y señala con su dedo infalible. Se elige castigar siempre al mismo, al lúmpen, al que buscan de socio los mismos cazadores, en definitiva a los perdedores de esta sociedad excluyente.
Y no postulo aquí la impunidad de quien mató un policía. Parece mentira que tenga que aclarar semejante cosa. Pero en esta sociedad hay todavía quienes reducen los problemas al árbol que nos esconde el bosque. No postulo igualar para abajo y que todos los juicios duren 15 años. Postulo que nos saquemos las vendas de los ojos. Que bajemos el volumen de la tele, para que ese tipo que le grita al micrófono nos devuelva 5 minutos de reflexión y olvidándonos de lo que opinó el editor de los grandes diarios porteños, o lo que arengó el empresario moral televisivo de cualquier canal, nos preguntemos de verdad si una sociedad justa puede construirse en base a la definición de enemigos. Si podemos vivir en una sociedad justa en la que algunos sean más iguales que otros, y que esos algunos tengan privilegios, inmunidades e impunidades obscenas a los ojos de todos los demás, que somos nosotros, y que seguramente no se nos perdonará ni una infracción, cualquiera que sea.
Te pido que pienses si permitirías que un lobo cuide tu rebaño del cual le das de comer a tus hijos.
Si seguimos festejando la muerte y la derrota del Otro como un logro de la reserva moral de esta sociedad genocida, volverán entonces los Bulacio, los Bordón, los Kosteky y Santillán. Los Leprati y los Frente Vital. Volverá Ramallo. Volverán los operativos armados y televisados. Volverán los pabellones carcelarios incendiados. Volverán Soledad y sus marchas del silencio, ese silencio que grita nuestra hipocresía y permisividad con los ganadores de esa fiesta.
Volverán los masacrados de siempre a decirnos la verdad.
Qué es la verdad?. Qué es lo real?.
Me atormento y por suerte se acerca el Poeta que no vacilaba. Aquél que no tenía miedo a decir la verdad. Aquél que murió por sus ideas y por la palabra justa.
Paco Urondo, escribió siendo un preso político de dictaduras ya olvidadas:
“La verdad es la única realidad”.
Ojo, porque el miedo puede hacer realidad nuestras peores pesadillas.
… y no nos olvidemos que todos, venimos del placard de otro.
gn
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