“Bernardo tenía mala leche... quedó lanata”
Del leviatán, escrito por Thomas Hobbes en 1651, suelen recordarse conceptos como “Estado de Naturaleza”, “la guerra de todos contra todos” y el “contrato que instituye la paz con la mediación de un Estado fuerte”.
Simplificando, cuando Hobbes hablaba de ese estado de naturaleza, se estaba refiriendo a “la guerra civil”. En una obra posterior Hobbes hizo referencia al caso concreto de la Revolución Inglesa como ejemplo de ese “estado de naturaleza”, que dijimos era la guerra civil. Esa obra se conoce con el nombre de Behemoth.
Curiosamente Hobbes, anticlerical, utiliza imágenes bíblicas para hablar del Estado y de la Guerra Civil. Un estudioso de Hobbes opina: “Hobbes escogió el monstruo citado en el Libro de Job porque reina sobre los hijos del orgullo, y nosotros humanos somos antes que nada movidos por nuestra vanidad, por la vana noción que tenemos de nuestro valor; es ésta, por cierto, la tercera causa de la guerra generalizada entre los hombres, de la ‘guerra de todos contra todos’” [1].
En tanto que sobre el hipopótamo dirá: “Hobbes insinuará que vivimos entre dos condiciones monstruosas, la de la paz bajo el gobierno absoluto (o mejor, el gobierno de un soberano) y de la guerra generalizada, esto es, el conflicto intestino que arroja al hermano contra el hermano. La guerra de todos contra todos es en realidad la guerra civil” [2]. En el Behemoth hablará sobre la segunda de las condiciones.
Y aquí encontraremos el lugar común donde se banaliza la obra de Hobbes. Usualmente escuchamos que se ejemplifica con El Leviatán al Estado totalizador, autoritario y violento. La causa de tal banalidad y superficialidad es el anacronismo con que se lee a Hobbes (y en general a toda la filosofía política moderna).
Debemos recordar que pensadores como Hobbes y Hegel (por citar otro ejemplo de filósofo que padece del anacronismo permanente) vivieron en épocas de mucha violencia, donde la tensión revolucionaria se respiraba todos los días. Estos pensadores se rompieron la cabeza para encontrar el fin a tanta violencia. Y el resultado de esa solución no se trató de oponer una violencia mayor. Trataron, con éxito, de racionalizar la contención de esa violencia bajo la figura de un Padre, de un Dios que infunde la Paz, mediante un Poder supremo, Soberano: El Estado [3]. Y “Su soberano no es un déspota, un sultán que gobierna mediante el pavor, pero el hecho de haber escogido a un monstruo para representar ese poder, ayudó a la fortuna crítica a pensarlo mediante la desmesura, la plenitud de mando desbordada, a veces incluso hasta el punto de infundir un miedo irrestricto” [4].
Así, este autor sostiene: “Su problema crucial en relación a los actores políticos y sociales de su tiempo no residía en los capitalistas, sino en los eclesiásticos. El clero, y no el capital, es el gran actor contra el que trabaja Hobbes. Es necesario identificarlo, para lo cual debemos evitar el anacronismo” [5].
Y es contra el Clero de aquél entonces que Hobbes apuntará todo su arsenal discursivo en el Behemoth. Si en el Leviatán apuntó contra la Iglesia Católica Romana por haber “diseñado” un modelo de “poder alternativo”, será contra los prebísteros a quienes acusará de causar e incidir en las guerras civiles de todos contra todos.
Dice el estudiosos de Hobbes: “Pero no todo anacronismo está fuera de lugar. Ciertos puentes que lanzamos entre los tiempos pueden ser útiles. Arriesguémonos en uno: el clero, en el siglo XVII, es como un medio de comunicación de nuestro tiempo que se hubiera apropiado del Más Allá. Imaginemos una red de comunicación de masas que, para completar su poder, prometiera a sus oyentes la salvación y amenazara a los desatentos con la muerte eterna”; y remata: “Solamente el clero puede tener su orden en medio de lo que el lego llamaría desorden. En medio del caos, sólo la profesión eclesiástica se encuentra como pez en el agua” [6].
Al leer este párrafo no pude dejar de pensar en el accionar de los “grandes” medios de comunicación durante los cien y pico de días que duró el llamado “conflicto del campo”. Movileros arengando, conductores editorializando, dueños de diarios “lobbieando”; todos ellos construyendo un “cuadro político de autoritarismo, censura, caos, desorden y crisis institucional de grado terminal” (con “valientes” discursos en la entrega de los Martín Fierro pero ausentes en la conferencia de prensa que dio la Presidenta). Aclaremos que no fue el gobierno el que instalo la posibilidad “concreta” de una nueva “renuncia presidencial”. Ahí es donde encontraremos una verdadera actitud “destituyente”.
Jugando a otro anacronismo posible, podría decir entonces que Hobbes hoy apuntaría contra aquellos grandes medios de comunicación que siempre fueron tan afectos a los golpistas, militares y eclesiásticos devotos de su orden alternativo.
Frente a todos ellos, seguro que el amigo Thomas gritaría desde el palco: “un Leviatán para la derecha!”.
[1] Renato Janine Ribeiro “Thomas Hobbes o la paz contra el clero” en “La Filosofía Política Moderna. De Hobbes a Marx”, Atilio Borón (compilador), Eudeba 2000, pág. 27.
[2] ob. cit. pág. 27.
[3] En este caso, resulta fundamental le lectura del Capítulo III, Tercera Parte de”Principios de la filosofía del derecho” de Hegel, en donde se refiere a la constitución del Estado.
[4] ob. cit. pág. 28.
[5] ob. cit. pág. 29.
[6] Ob. cit. pág. 29/30.
Del leviatán, escrito por Thomas Hobbes en 1651, suelen recordarse conceptos como “Estado de Naturaleza”, “la guerra de todos contra todos” y el “contrato que instituye la paz con la mediación de un Estado fuerte”.
Simplificando, cuando Hobbes hablaba de ese estado de naturaleza, se estaba refiriendo a “la guerra civil”. En una obra posterior Hobbes hizo referencia al caso concreto de la Revolución Inglesa como ejemplo de ese “estado de naturaleza”, que dijimos era la guerra civil. Esa obra se conoce con el nombre de Behemoth.
Curiosamente Hobbes, anticlerical, utiliza imágenes bíblicas para hablar del Estado y de la Guerra Civil. Un estudioso de Hobbes opina: “Hobbes escogió el monstruo citado en el Libro de Job porque reina sobre los hijos del orgullo, y nosotros humanos somos antes que nada movidos por nuestra vanidad, por la vana noción que tenemos de nuestro valor; es ésta, por cierto, la tercera causa de la guerra generalizada entre los hombres, de la ‘guerra de todos contra todos’” [1].
En tanto que sobre el hipopótamo dirá: “Hobbes insinuará que vivimos entre dos condiciones monstruosas, la de la paz bajo el gobierno absoluto (o mejor, el gobierno de un soberano) y de la guerra generalizada, esto es, el conflicto intestino que arroja al hermano contra el hermano. La guerra de todos contra todos es en realidad la guerra civil” [2]. En el Behemoth hablará sobre la segunda de las condiciones.
Y aquí encontraremos el lugar común donde se banaliza la obra de Hobbes. Usualmente escuchamos que se ejemplifica con El Leviatán al Estado totalizador, autoritario y violento. La causa de tal banalidad y superficialidad es el anacronismo con que se lee a Hobbes (y en general a toda la filosofía política moderna).
Debemos recordar que pensadores como Hobbes y Hegel (por citar otro ejemplo de filósofo que padece del anacronismo permanente) vivieron en épocas de mucha violencia, donde la tensión revolucionaria se respiraba todos los días. Estos pensadores se rompieron la cabeza para encontrar el fin a tanta violencia. Y el resultado de esa solución no se trató de oponer una violencia mayor. Trataron, con éxito, de racionalizar la contención de esa violencia bajo la figura de un Padre, de un Dios que infunde la Paz, mediante un Poder supremo, Soberano: El Estado [3]. Y “Su soberano no es un déspota, un sultán que gobierna mediante el pavor, pero el hecho de haber escogido a un monstruo para representar ese poder, ayudó a la fortuna crítica a pensarlo mediante la desmesura, la plenitud de mando desbordada, a veces incluso hasta el punto de infundir un miedo irrestricto” [4].
Así, este autor sostiene: “Su problema crucial en relación a los actores políticos y sociales de su tiempo no residía en los capitalistas, sino en los eclesiásticos. El clero, y no el capital, es el gran actor contra el que trabaja Hobbes. Es necesario identificarlo, para lo cual debemos evitar el anacronismo” [5].
Y es contra el Clero de aquél entonces que Hobbes apuntará todo su arsenal discursivo en el Behemoth. Si en el Leviatán apuntó contra la Iglesia Católica Romana por haber “diseñado” un modelo de “poder alternativo”, será contra los prebísteros a quienes acusará de causar e incidir en las guerras civiles de todos contra todos.
Dice el estudiosos de Hobbes: “Pero no todo anacronismo está fuera de lugar. Ciertos puentes que lanzamos entre los tiempos pueden ser útiles. Arriesguémonos en uno: el clero, en el siglo XVII, es como un medio de comunicación de nuestro tiempo que se hubiera apropiado del Más Allá. Imaginemos una red de comunicación de masas que, para completar su poder, prometiera a sus oyentes la salvación y amenazara a los desatentos con la muerte eterna”; y remata: “Solamente el clero puede tener su orden en medio de lo que el lego llamaría desorden. En medio del caos, sólo la profesión eclesiástica se encuentra como pez en el agua” [6].
Al leer este párrafo no pude dejar de pensar en el accionar de los “grandes” medios de comunicación durante los cien y pico de días que duró el llamado “conflicto del campo”. Movileros arengando, conductores editorializando, dueños de diarios “lobbieando”; todos ellos construyendo un “cuadro político de autoritarismo, censura, caos, desorden y crisis institucional de grado terminal” (con “valientes” discursos en la entrega de los Martín Fierro pero ausentes en la conferencia de prensa que dio la Presidenta). Aclaremos que no fue el gobierno el que instalo la posibilidad “concreta” de una nueva “renuncia presidencial”. Ahí es donde encontraremos una verdadera actitud “destituyente”.
Jugando a otro anacronismo posible, podría decir entonces que Hobbes hoy apuntaría contra aquellos grandes medios de comunicación que siempre fueron tan afectos a los golpistas, militares y eclesiásticos devotos de su orden alternativo.
Frente a todos ellos, seguro que el amigo Thomas gritaría desde el palco: “un Leviatán para la derecha!”.
[1] Renato Janine Ribeiro “Thomas Hobbes o la paz contra el clero” en “La Filosofía Política Moderna. De Hobbes a Marx”, Atilio Borón (compilador), Eudeba 2000, pág. 27.
[2] ob. cit. pág. 27.
[3] En este caso, resulta fundamental le lectura del Capítulo III, Tercera Parte de”Principios de la filosofía del derecho” de Hegel, en donde se refiere a la constitución del Estado.
[4] ob. cit. pág. 28.
[5] ob. cit. pág. 29.
[6] Ob. cit. pág. 29/30.
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